Marcos siempre tenía una sonrisa en la cara, le encantaban las bromas y las adivinanzas, pero, sobre todo, era un chico realmente aventurero.
Un día descubrió la entrada a una sima, se emocionó muchísimo, tanto que empezó a reunir su propio kit de explorador. Yo, que tenía miedo y no estaba seguro de que todo saliese bien, le dije que era imposible que encontrase un tesoro allí dentro; creo que esto fue lo que realmente le empujó a hacerlo.
Una noche decidió escaparse de casa, y sin saber muy bien que hacer, le seguí para intentar pararle. Ancló unha soga a una piedra, consiguiendo así llegar hasta el fondo de aquella negra circunferencia rodeada de zarzas.
De pronto, gritó mi nombre, gritó tan alto y con tanta fuerza como lo hace un recién nacido al ver el mundo que le aguarda.
Ningún comentario:
Publicar un comentario