martes, 17 de novembro de 2020

Relatos terroríficos I

 


A RESPIRACIÓN

Todo comenzou nunha aldea chamada Sandiás.

Era o aniversario de Hugo, os seus pais foran comprar regalos para o seu aniversario.

Cando se foron, Hugo chamou a un amigo seu, pero, de súpeto, escoitouse unha respiración e o a amigo de Hugo colgou berrando. Seguiu probando a chamar a todos os seus amigos e familiares, pero non contestaban. Máis tarde armouse de valor e decidiu saír da casa, estaba volvendo escoitar esa respiración, pero seguiu adiante.

Chegou a unha igrexa da aldea e viu moitas tumbas de persoas que aínda estaban vivas. Pero de repente viu unha gran porta que dicía: “respira”. Entrou alí, pero non había nada alí dentro, así que saíu, pero notou que o único que podía facer era respirar…

Hugo Fernández González, 1º ESO B

SARAI CAMPOS RODRÍGUEZ 2º ESO B

EN EL BOSQUE DE LAS LECHUZAS

Estábamos en el medio del bosque, ambos montados en nuestros caballos, cuando esa dichosa manada de lobos volvió a aparecer alterando a Cosmos (mi caballo) y a su vez a Estrella. Salimos más rápidos que la velocidad de la luz y nos adentramos en la zona inexplorada del bosque de las lechuzas. Giramos la cabeza un momento hasta observar que nada nos perseguía. Esa zona tenía mala fama, en ella habitaba la tribu más sanguinaria del bosque. Nuestros caballos no podían más, Estrella estaba cansada y Cosmos tenía una herida en la pata trasera debido a la desgarradora mordedura de un lobo. Se oyó un ruido, sonaba como ramas chocándose entre sí. Ese sonido siempre me ha impacientado. Mientras yo vigilaba cualquier tipo de emboscada Gabriel le curaba la herida a Cosmos. Siempre hemos estado juntos, “Lara y Gabriel” los amigos inseparables.

Mis ganas de recordar nuestras aventuras cesaron al escuchar resonar una voz que decía “Os vamos a matar, vamos a ahorcaros y nos comeremos a vuestros caballos”.

Una cuerda salió disparada de un árbol y encestó de pleno en mi cuello. Empecé a ascender y con las pocas ganas de vivir que me quedaban grité con suavidad, como si no me importara nada de lo que estaba pasando. De pronto vino Gabriel, que con su navaja cortó la cuerda que me sujetaba y luego me entregó mi arco. En ese momento nos veíamos rodeados, y fue entonces cuando pudimos ver, con los ojos cerrados, nuestro FIN.

Sarai Campos Rodríguez, 2º ESO B








Ningún comentario:

Publicar un comentario